lunes, noviembre 05, 2007

MI CIUDAD


La ciudad era grande. Más grande que cualquier ciudad, porque mi ciudad es la más grande del mundo. Así me parece, cuando trato de abarcarla con mi decámetro de fiesta. Así es Bogotá.

Pero a mi ciudad siempre la han descrito como cielo roto. Y no tiene nada que ver con la historia del pollito chiroso.

Por eso decidimos luchar contra tal fervor natural, y se decidió que lo mejor era techarla. Así como lo leen, TECHARLA, y que toda el agua que inclemente cae, vaya a parar directamente al Río Bogotá, sin intermediarios..

Ayer tuvimos la prueba de fuego, o mejor de agua. Qúe digo, la de ayer fue una prueba de hielo. Y como el techo sólo había sido calculado para soportar torrenciales aguaceros, pues señores ayer los techos de mi ciudad se agujerearon unos, y se desplomaron otros. Cayó hielo por baldados. El cielo de mi ciudad se cayó a pedazos.

Hoy el techo de mi ciudad será restaurado de nuevo, pero esta vez si espero que esté calculado contra todo evento. En mi ciudad siempre se piensa en todo, aunque a veces el todo siepre es muy poquito.

Y por favor señores, ni sueñen con Venecia.


jueves, noviembre 01, 2007

El ejercicio del mes

Hola María Valentina.

Hoy en el día de tu santo, te vengo a saludar. Y mira bien que digo en el día de tu santa, que no he pronunciado la palabra brujita, que algo bien te caería.


Y para que veas que el brujo no soy yo, te escribo con una escoba. Y qué escoba. En lugar de barrer, escribe, y en lugar de dejar un espacio lleno de letras, deja un espacio totalmente barrido. Si, totalmente limpio.


Esta tarjeta te la envío, porque se trata de mi ultimo invento: el arte de abrazar. Y quiero que tu lo practiques este més, desde el primer día.



Quiero que al encontrarnos, hayamos practicado tanto, que el arte de abrazar sustituya el otro arte que es el arte de comer. O si lo prefieres, quisiera que el arte de abrazar se saque un diez al lado del otro arte que es el arte de estudiar.

Para que veas lo mucho que te quiero, abrazo con todas mis fuerzas esta escoba con la que te escribo. Pero uyuyuyuyyuy está escoba está muy fría.

Si vez ?, aún me falta por practicar. Algún día te contaré, cuando esta escoba de escribir, se ponga caliente de tanto abrazarla al escribir.

Un abrazo de tu abuelito, que es casi un abrazo dulce, o un dulce en un abrazo, o solo dulces en abrazo.

Triqui truqui truqui, quiero abrazos para mí......



martes, octubre 30, 2007

UN PUEBLO QUÉ PENSABA

Los comicios estaban candentes. Se trataba de elegir al burgomaestre que mejores realizaciones prometiera. Y la ciudad merecía una persona que gozara de una imaginación desbordante, imparable. Y en ello, Samuel llevaba la delantera. Parecía un equipo de fútbol conformado por once atacantes.


Su principal fuente de ideas era el transporte público, y con ella la movilidad. Y su representación del metro para Bogotá nunca se le despegó de la cabeza, desdesu niñez cuando su abuelo lo llevó a conocer el poder al palacio de Nariño adornado de cañones de fiesta y tranvías de feria. Siempre asoció el Metro de Bogotá con la Pirámide de Giza, y no estaba muy errado, porque construirlo valía un Potosí.


Entretanto, mientras la nación le estudiaba la manera de pagar la metro idea, sacaría adelante su mini idea de las mascotas: todas las mascotas en su distrito tendrían derecho a la vida y honra ciudadana, serían sus acompañantes permanentes, y todas sin excepción se transportarían en una jaula, con los colores de la bandera. Como dotación especial, cada jaula contaría con pozo séptico. En contraprestación el Distrito donaría por cada mascota, un zurrón para el agua.


Y al final no se diga, que Samuel no pensaba en todo. Y el pueblo apreció su imaginación callejera, su espíritu faraónico y lo quemó en la plaza principal, a punta de votos.

Y al final se diga, que el pueblo no pensaba en todo.

sábado, octubre 06, 2007

EL PENE DE RAÚL

Cuando Raúl se empezó a morir, sólo podía recordar como sola cosa del pasado, el denodado trabajo de su pene.

Muchas damas habían pasado por su férula candente, y hoy escasamente recordaba sus rostros, o mejor, no se acordaba de ninguno, a pesar de la confusión de la memoria.

Se ufanó tanto de su herramienta, que le aseguró a sus amigos, ahora fallecidos, que prefería un Alzheimer en su vejez a una disminución en la arrechera, porque los recuerdos pueden esperar, pero la arrechura no.

En su pensamiento faraónico tenía el convencimiento, que ninguna mujer supo lo que era vida, si no había hecho parte del colchón de Raúl.

De manera que cuando Raúl llamó al Maestro para pedirle consejo a la hora de la muerte, el Maestro sin parpadear, le espetó:

Sólo resta una cosa por hacer D. Raúl. Decir en el testamento, que tu última voluntad es enarbolar sobre el ataúd un asta, y en su extremo que se cuelgue tu instrumento de trabajo, el pene de Raúl”. “Que cuelgue, no, que se erija como un obelisco”, alcanzó a decir..

La carcajada sonora inundó la habitación, y la manzana, y el barrio, y el municipio, y el departamento, y el país, y todo se puso de color rojo turbio, y el rostro a Raúl se puso tan lívido, que muertecito de la risa, sobre la cama se revolvió por última vez.

Y el maestro cumplió su última voluntad.



MI CUMPLEAÑOS

El día de mi cumpleaños fue un día especial. Para mí, todos los días son especiales, pero ese día es mi día especial. Me parece que el día se alborota más de lo acostumbrado. Me parece que las hojas hablan y que las personas miran. Nunca olvido el día de mi cumpleaños, y normalmente la sensación me dura 365 días.

Cuando me llamaron, muy temprano para desearme felicidades por mis 53 abriles, no pude menos que decirles:

"Gracias, me siento como de CIEN".

Más de uno al otro lado del teléfono, sintió el peso de su edad. Olvidaron que soy inmortal. Lo único que recordarán a partir de hoy, es que la mía es una inmortalidad diaria.


viernes, septiembre 28, 2007

MI PERIÓDICO

Ayer salí a comprar el periódico. No me interesaba un periódico en especial, ni una noticia en especial. Quería el periódico para leer, como lo usan todos los que compran un periódico.

Todos los periódicos conservan formatos parecidos, y sus noticias son parecidas, para no decir iguales, por tanto, unos y otros traen las mismas imágenes desgreñadas y los mismos rostros borrosos bajo bultos de tinta que se adhiere a las prendas más íntimas: las manos.

Mi búsqueda se centraba en un periódico que no tuviera algo. Sabía que no podía encontrarlo sin hacer la pregunta compleja, pero seguí en su búsqueda indagando con la mirada.

De mucho caminar y huronear por entre los puestos de revistas, al fin lo encontré. Hallé lo que buscaba. Era un periódico denominado HOY.

Qué alivio. Después de tanto buscar lo que quería, había podido toparme con un periódico como lo había soñado. Y traía en caligrafía ausente, lo único que quería que no trajera: la fecha.

Qué regusto, al fin un periódico que no traía fecha, y como su nombre lo señalaba, únicamente HOY. Y pensé entusiasmado, que de la misma manera como sirve para leerlo HOY, me servirá para leerlo mañana, y pasado mañana, porque siempre será HOY.

El día que los periódicos dejen de estampar la fecha en sus hojas de noticias, el mundo respirará aliviado, porque habrá menos noticias viejas, menos noticias nuevas, y todas parecerán completamente nuevas, frescas, recién esculpidas por la imprenta, como nos gustan las noticias, y la memoria popular al fin descansará del control del TIEMPO.

martes, septiembre 25, 2007

EL IMPUESTO QUE FALTABA


La reflexión de hoy tiene que ver con nuestros gobernantes. Sólo a ellos, y a nadie más que a ellos debemos el estado actual de nuestras economías.

Las fuentes de los ingresos gubernamentales están representadas en impuestos a todo. Existen impuestos a la gasolina, al gas, a los servicios públicos, a las ventas, a las compras, a la vida, a la muerte, al consumo, al aseo, al deporte, a la obesidad, a la lectura, y muy pronto el impuesto a la reflexión.

Hay un impuesto al cual el gobierno nunca le ha metido muela, y es quizás por su preocupación en cobrar los otros impuestos. Y es un impuesto cuyo monto y recolección llenaría jugosamente sus arcas.

Y es un impuesto sencillo, cobrable en cada oficina pública, en cada andén, en cada callejuela, en cada ciclorruta, en cada tugurio, en cada mansión de potentado, en cada semáforo, en cada callejón, en el pequeño caserío, en el monte, en la selva, en la gran ciudad.

Es un impuesto a la mayor de nuestras manufacturas: el crimen. Y por favor, no solo al crimen organizado, sino a todo tipo de crímenes, para ver si finalmente los entramos en cintura.


jueves, abril 12, 2007

SE BUSCA


Érase un puente muy transitado, muy largo y muy ancho, diseñado por la naturaleza para soportar una atmósfera, y que en cada una de sus extremos terminaba en un Continente: los continentes A y E. El Río que los separaba estaba conformado por varios océanos y cientos de nenúfares.


El uso del puente fue natural en sus primeros milenios, pero con el paso de los últimos años y el incesante incremento del paso recargado de polución de los continentales, empezó a moldear irremediable un agujero en su placa central.


Para los viajeros y turistas ocasionales y permanentes, por su configuración inicial y posterior, el agujero empezó a convertirse en un hito histórico para sus cámaras fotográficas. Llegó a constituir para los osados transeúntes, en casi como apreciar el pausado e inexorable discurrir de un eclipse lunar. Hasta los juglares de paso hicieron sus canciones del folclor, con aquello de que “el puente está quebrado, con que lo curaremos…...”.


Los continentales finalmente estuvieron de acuerdo en que el inagotable agujero debía repararse, antes de que se presentara una tragedia de índole global. Pero antes de resolver la disputa principal, surgió otra gran disputa sobre cuál de los Continentes debía efectuar las reparaciones. El clima era atroz.


Ninguno de los Continentes quería reconocer la importancia del puente natural para sus habitantes. El Continente A sostenía que era tal su jerarquía continental, que los demás Continentes debían llegar a su reino, con o sin puente. El Continente E, por su parte, consideraba que su existencia era de tal manera indispensable, que su ubicación allí desde los albores del paraíso terrenal, le eximía de cualquier responsabilidad en su reparación. La disputa era atroz. El puente parecía obra de Dios.


La querella continúo por siglos, y el agujero indefenso continuó creciendo en desproporciones globales. Equitativamente con el tamaño del crecimiento del agujero, en la misma proporción aumentaba la animadversión entre los Continentes.


Una madrugada del último siglo de carnaval, una multitud de borrachos atravesó el puente, y en su jolgorio de licor y pasos inseguros, tropezaron de cabeza con el agujero del puente, y terminaron de trasero con las piernas rotas.


De quien era el puente ? De quien era el agujero ? Preguntaron. ¡Del propietario del puente!, fue la respuesta unánime de los borrachitos, rememorando la misma filosofía que muchos años atrás había impuesto Simón el Bobito.


Fueron recogidos, llevados ante las autoridades internacionales, y preguntados hacia qué Continente se dirigían, para poder determinar cual de los Continentes tenía que pagar los daños sufridos por las víctimas. Pero todos los borrachos confesaron que no se acordaban, porque aquella noche oscura estaban muy borrachos, y por tanto no recordaban a donde iban, si es que iban a alguna parte. Cada borracho debió pagar de su bolsillo de resaca, su propia rehabilitación.


En vista de la dificultad por dirimir amistosamente la controversia, una Corte Internacional arbitró finalmente la disputa entre los dos continentes, y su sentencia fue tajante: vender el agujero al mejor postor, antes de que lo único que una a los dos continentes sea algo que ya no se pueda vender; y un mandamiento final: repartir las utilidades entre sus propietarios.


Las corrientes progresistas de los dos continentes no salen de su asombro, y peroran sin desgaste, ¡QUÉ OSO NO!. Siguen millones de firmas.

miércoles, abril 04, 2007

DE LOS REINOS DE LA MENTE

Hoy salí a perseguir lo limitado, y me encontré en sus confines con la INTELIGENCIA; descansaba cansada sobre la única silla vacía que quedaba antes de que empezara lo ilimitado.

Pero no me detuve, ambicioné perseguir lo ilimitado y seguí hasta la siguiente nada donde esperaba encontrar algo superior a la INTELIGENCIA, y allí no estaba.

Y proseguí hasta rozar los claroscuros de lo ilimitado, hasta donde no pude llegar porque apenas alboreaban en el horizonte cual arco iris de la alianza, pero pude percibir los deudos que allí paseaban su nostalgia vuelta desaliento de colores.

El cansancio que acarrean los campos ilimitados es de una magnitud imaginaria, que apenas se alcanza a medir en los relojes de arena de los desiertos aún no contabilizados. Siempre imaginamos que lo no descubierto tiene que ser de mayor tamaño que lo asible, y se tiene mucha razón en ello, excepto en el mundo microscópico, que día a día se encarga de tergiversar la ciencia minúscula con su precocidad de sinergia.

Pero entre todas las criaturas observables, había una que se agazapaba entre todas, y su coloración la delataba por su lozanía. Era la TONTERÍA, que expandía sus terrenos, por encima de todas las cosas, y parecía apretar lo ilimitado. Estaba en su reino.

Preferí regresar por el camino transitado, y me senté a descansar cerca del sitio donde la INTELIGENCIA reposaba, y le oí murmurar entre dormida, lo infinitamente constante de la TONTERÍA, lo facilista de su interpretación, lo simple de su filosofía y lo extendido de su influencia.

Pero en su sonrisa beatífica, noté un dejo de intranquilidad. ¡Aunque no lo crean!, la INTELIGENCIA tenía su límite, y estaba en reconocer que más allá del reino de la inteligencia, no hay más reinos.

La felicidad del hombre no radica en estrangular hasta el límite la INTELIGENCIA, sino en limitar a lo cotidiano el tamaño de sus TONTERÍAS. Se puede llegar igual de lejos, con poca INTELIGENCIA pero con pocas TONTERÍAS. Pero no se llegará nunca al fin deseado, sólo desgranando tonterías.

Sin embargo, a pesar del grado de encarnizamiento interior, entre la INTELIGENCIA y la TONTERÍA, de su guerra pacífica dentro de los quehaceres diarios, en todas partes de la tierra el sol sigue saliendo al amanecer, y el sol y el amanecer lo ignoran.

Así el mundo sin parar, del hombre con semáforos y sin paraderos siderales, se seguirá atiborrando de tonterías e inteligencias de los hombres. El día que el mundo se replete, ahíto, girará sobre su eje, y escanciará estruendoso su contenido, en un ejercicio de alcantarillado celestial.

Y entonces el mundo parecerá un hombre descomunal, amorfo, macilento, vomitando inteligencias vueltas tonterías, y….. viceversa.

domingo, marzo 25, 2007

DE LA FORTUNA

Me acerco a un transeúnte y le digo: habla para que yo reconozca tu fortuna. Me mira aturdido por encima de sus pensamientos diarios, y me saluda con un hola telefónico.

Aún ensimismado parece victima de la fortuna, como todos los hombres, porque “No hay hombre que no espere que la fortuna lo visite alguna vez en la vida”, y todos parecen condenados a esperar en la fila de las victimas. Y no se ven más filas. Mi transeúnte deja de existir entre la muchedumbre que lo absorbe.

Y pienso que así como la fortuna es un invento del hombre para pasar la vida tras de su sombra, así la filosofía de esperarla es una carrera a la que el 98 % de la población aspira, no así el otro 2 % que se dedica a lisonjearla y a contarla en sus cajas fuertes de dinero y ambición.

Es fácil llegar a creer que la fortuna fue inventada por unos pocos que se querían aprovechar de los más, y si no lo han conseguido por lo menos les quedó el pecado. Y nosotros los podemos reconocer en monumentos faraónicos tales como pirámides o terracotas fríos.

La fortuna debería ser como la muerte que no exceptúa a nadie, o quizás como el sarampión, para el cual se inventó una vacuna, que hoy reparten gratuita por doquier. Pero la fortuna no es hija de la naturaleza, es un dios del hombre, y por tanto no cumple sus leyes inexorables.

Desde el punto de vista táctico, se puede decir que la fortuna es nuestro temor, y parece el precio que se ha de pagar por no tocarla. Sin embargo, nadie tiene el valor de patearla, a no ser que lo haga por descuido.

Entretanto la indolencia de no reconocerla, es una artesanía que nos permite sentir toda la intensidad de la fortuna, cuando ésta ha dejado nuestros aposentos. Los mejores artesanos son nuestros transeúntes de todas las tardes, que regresan sin temor del día que expira sin fortuna. Seguirán esperando su regreso, en la noche que llega.

La fortuna, si es que pasa, nunca permanece, porque está dada en cuantos (quantum) de tiempo, y aún no inventamos un cofre para guardar los cuantos. Ni lo inventaremos, son cosas de la fortuna.

Aquí entre nos, la fortuna yace inmersa en nuestros pensamientos más recónditos, en cada nuevo día que vivimos, en nuestro ser querido que nos da los buenos días, en cada minuto que pasa, y no la valoramos por estar perdidos en las cuentas de lo porvenir, desflorando margaritas.

La fortuna, está aquí, ¡es el día de hoy!, señores..

sábado, febrero 03, 2007

KRISNAMURTI Y LA RELIGIÓN


Lo que llamamos religión es ritual, dogma, ritual, deseo de encontrar a Dios, aceptación de la autoridad y gran cantidad de supersticiones.

Pero es ¿eso la religión? Un hombre que realmente intenta descubrir lo verdadero debe abandonar todo eso, descartar la autoridad del gurú, de las Upanishads y la autoridad de sus propias experiencias, a fin de que, depurada de toda autoridad, su mente sea capaz de descubrir. Eso implica que debe dejar de ser hindú, un cristiano, un budista; debe ver todo lo absurdo que es eso y romper con ello.

Tal como un hombre es adicto a la bebido ustedes son adictos a sus creencias.

La verdadera religión es experiencia viva y eso no tiene nada que ver con las creencias. Que creemos en Dios o no creemos de acuerdo a nuestro condicionamiento. Ustedes creen en Dios y el comunista no cree en Dios. ¿Cuál es la diferencia? No hay diferencia alguna, porque, ustedes los educaron para creer y ellos para no creer. En consecuencia un hombre que investiga en serio debe rechazar completamente este proceso, rechazarlo porque comprende su pleno significado.

Hay poca diferencia entre el creyente y el no creyente; ambos están condicionados por sus propios entornos, ambos generan separación en el mundo, a causa de sus ideas, de sus creencias. Por lo tanto, ni el creyente ni el no creyente pueden experimentar la realidad.


Por favor, vean esto, vean la belleza de la mente que experimente de manera directa y que, por lo tanto, actúa sin estar condicionado a la recompensa y al castigo.

Un hombre religioso es un hombre realmente revolucionario. La mente libre de ideas es sensible, puede ver directamente lo que es y, en consecuencia es capaz de actuar. Solo una acción así ez revolucionaria.


viernes, febrero 02, 2007

KRISHNAMURTI Y EL ARTE DE ESCUCHAR

Nos hallamos tan distraídos por nuestras propias opiniones y nuestros conocimientos, por la aprobación o desaprobación, que jamás vemos el problema tal como es. Oímos lo que queremos oír y excluimos todo cuanto nos perturba.

Todo cuanto queremos es una vida cómoda, sin demasiada reflexión; por eso, cuando escuchamos, en realidad no escuchamos nada.

Cuando uno dice: “Comprendo intelectualmente, pero no puedo ponerlo en práctica”, eso implica, en realidad, que uno no comprende.

sábado, enero 13, 2007

EN LOS ZAPATOS DEL PRESIDENTE

Por entre las veredas del país del trabajar y trabajar, un día el presidente debió parar su trajinar cuando notó que uno de sus zapatos dejó de funcionar.

Detuvo su comitiva, y se dirigió silencioso hacia el zapatero de la región, para que procediera a reparar su calzado.

Ramón atendió al mandatario, revisó los zapatos con paciencia de relojero, y le pidió impertérrito que los dejara, y que pasara por ellos al día siguiente.

¡Al día siguiente!... Parecía como si el zapatero no leyera la autoridad en los zapatos del mandatario.

Al mirar el rostro adusto del presidente, Ramón le comentó: Tranquilo presidente, que mientras mañana, yo le presto un par de zapatos.

Y lo tramó con un par de zapatos marrones de un sindicalista. El presidente los probó, los calzó, y procedió a seguir adelante con la correría. A las tres horas, estaba cansado y la fatiga le urgía todo el cuerpo y le roía por fuera y por dentro. Achacó su estado a los zapatos. Pasó raudamente por donde Ramón, y amablemente le pidió que se los cambiara.

Ramón entendió la autoridad, y deslizó un paquete con un par de zapatos grises, de impecable corte, pertenecientes a un magistrado. Una vez calzados, el presidente, siguió con sus correrías. A las tres horas, de nuevo los zapatos empezaron a hacer mella en la salud del mandatario, indisponiéndolo, apretujándolo, arrinconándolo y obligándolo a dar pasos que no estaban en su derrotero.

Cuando Ramón lo vio de nuevo en su local, entendió el mensaje del presidente, e inmediatamente, le entregó otros zapatos, finamente guarnecidos y exageradamente decorados, deshaciéndose en florituras, y así diciendo: ¡estos le quedaran, presidente, son de un congresista!.

Con los nuevos zapatos, el presidente aceleró su paso, queriendo recuperar el tiempo perdido, como era su costumbre. Y se encontró, sin querer corriendo hacia verdeas que no estaban en su agenda, prometiendo puentes en donde no había ríos, construyendo escuelas donde no había niños, recortando cintas donde no había nada que recortar, y recibiendo coimas donde no debía. El presidente detuvo su correría, y regresó donde Ramón.

Al verle, Ramón entendió el mensaje, y devolvió al presidente sus zapatos, reparados, así diciendo: ¡ nadie aprende en cabeza ajena, presidente, al igual que nunca nadie se pone en los zapatos de los demás!.

Y el presidente entendió el mensaje, y aún hoy el país y sus veredas siguen igual que antes..