viernes, septiembre 28, 2007

MI PERIÓDICO

Ayer salí a comprar el periódico. No me interesaba un periódico en especial, ni una noticia en especial. Quería el periódico para leer, como lo usan todos los que compran un periódico.

Todos los periódicos conservan formatos parecidos, y sus noticias son parecidas, para no decir iguales, por tanto, unos y otros traen las mismas imágenes desgreñadas y los mismos rostros borrosos bajo bultos de tinta que se adhiere a las prendas más íntimas: las manos.

Mi búsqueda se centraba en un periódico que no tuviera algo. Sabía que no podía encontrarlo sin hacer la pregunta compleja, pero seguí en su búsqueda indagando con la mirada.

De mucho caminar y huronear por entre los puestos de revistas, al fin lo encontré. Hallé lo que buscaba. Era un periódico denominado HOY.

Qué alivio. Después de tanto buscar lo que quería, había podido toparme con un periódico como lo había soñado. Y traía en caligrafía ausente, lo único que quería que no trajera: la fecha.

Qué regusto, al fin un periódico que no traía fecha, y como su nombre lo señalaba, únicamente HOY. Y pensé entusiasmado, que de la misma manera como sirve para leerlo HOY, me servirá para leerlo mañana, y pasado mañana, porque siempre será HOY.

El día que los periódicos dejen de estampar la fecha en sus hojas de noticias, el mundo respirará aliviado, porque habrá menos noticias viejas, menos noticias nuevas, y todas parecerán completamente nuevas, frescas, recién esculpidas por la imprenta, como nos gustan las noticias, y la memoria popular al fin descansará del control del TIEMPO.

martes, septiembre 25, 2007

EL IMPUESTO QUE FALTABA


La reflexión de hoy tiene que ver con nuestros gobernantes. Sólo a ellos, y a nadie más que a ellos debemos el estado actual de nuestras economías.

Las fuentes de los ingresos gubernamentales están representadas en impuestos a todo. Existen impuestos a la gasolina, al gas, a los servicios públicos, a las ventas, a las compras, a la vida, a la muerte, al consumo, al aseo, al deporte, a la obesidad, a la lectura, y muy pronto el impuesto a la reflexión.

Hay un impuesto al cual el gobierno nunca le ha metido muela, y es quizás por su preocupación en cobrar los otros impuestos. Y es un impuesto cuyo monto y recolección llenaría jugosamente sus arcas.

Y es un impuesto sencillo, cobrable en cada oficina pública, en cada andén, en cada callejuela, en cada ciclorruta, en cada tugurio, en cada mansión de potentado, en cada semáforo, en cada callejón, en el pequeño caserío, en el monte, en la selva, en la gran ciudad.

Es un impuesto a la mayor de nuestras manufacturas: el crimen. Y por favor, no solo al crimen organizado, sino a todo tipo de crímenes, para ver si finalmente los entramos en cintura.