sábado, enero 13, 2007

EN LOS ZAPATOS DEL PRESIDENTE

Por entre las veredas del país del trabajar y trabajar, un día el presidente debió parar su trajinar cuando notó que uno de sus zapatos dejó de funcionar.

Detuvo su comitiva, y se dirigió silencioso hacia el zapatero de la región, para que procediera a reparar su calzado.

Ramón atendió al mandatario, revisó los zapatos con paciencia de relojero, y le pidió impertérrito que los dejara, y que pasara por ellos al día siguiente.

¡Al día siguiente!... Parecía como si el zapatero no leyera la autoridad en los zapatos del mandatario.

Al mirar el rostro adusto del presidente, Ramón le comentó: Tranquilo presidente, que mientras mañana, yo le presto un par de zapatos.

Y lo tramó con un par de zapatos marrones de un sindicalista. El presidente los probó, los calzó, y procedió a seguir adelante con la correría. A las tres horas, estaba cansado y la fatiga le urgía todo el cuerpo y le roía por fuera y por dentro. Achacó su estado a los zapatos. Pasó raudamente por donde Ramón, y amablemente le pidió que se los cambiara.

Ramón entendió la autoridad, y deslizó un paquete con un par de zapatos grises, de impecable corte, pertenecientes a un magistrado. Una vez calzados, el presidente, siguió con sus correrías. A las tres horas, de nuevo los zapatos empezaron a hacer mella en la salud del mandatario, indisponiéndolo, apretujándolo, arrinconándolo y obligándolo a dar pasos que no estaban en su derrotero.

Cuando Ramón lo vio de nuevo en su local, entendió el mensaje del presidente, e inmediatamente, le entregó otros zapatos, finamente guarnecidos y exageradamente decorados, deshaciéndose en florituras, y así diciendo: ¡estos le quedaran, presidente, son de un congresista!.

Con los nuevos zapatos, el presidente aceleró su paso, queriendo recuperar el tiempo perdido, como era su costumbre. Y se encontró, sin querer corriendo hacia verdeas que no estaban en su agenda, prometiendo puentes en donde no había ríos, construyendo escuelas donde no había niños, recortando cintas donde no había nada que recortar, y recibiendo coimas donde no debía. El presidente detuvo su correría, y regresó donde Ramón.

Al verle, Ramón entendió el mensaje, y devolvió al presidente sus zapatos, reparados, así diciendo: ¡ nadie aprende en cabeza ajena, presidente, al igual que nunca nadie se pone en los zapatos de los demás!.

Y el presidente entendió el mensaje, y aún hoy el país y sus veredas siguen igual que antes..