viernes, noviembre 05, 2004

El niño y el mundo

Cuando valentin logró apearse del transmilenio de turno, sabía que aún le quedaban 850 metros para llegar a la acera que lo pondría muy cerca de su hogar. Claro que también sabía que el hogar era cualquier lugar donde se pudiera pensar.

Y los caminó sin avidez, sin el afán de todos los usuarios de transmilenio, que parecen contagiados de una febricitante necesidad de salir corriendo hacia cualquier parte.

Y una vez llegado a la acera, avistó sobre una de las materas abandonadas de la autopista, sobre la cual alguna vez se erigió un árbol de acacia o de pino, avistó a un niño que jugaba dentro del arenal abandonado con un ramita que hacia danzar a derecha e izquierda y luego de arriba abajo, y vuelta de abajo arriba, y así sucesivamente, sin terminar un dibujo apretado que se oponía a morir sin ser interpretado.

“ A qué te dedicas jovencito ?”, acertó a preguntar de pasadas valentin, antes de que el niño saliera corriendo por la presencia de un desconocido.

“Estoy tratando de encontrar una manera de arreglar el mundo….”, alcanzó a decir en una vocecita que parecía hablar consigo mismo.

Valentin observó con mucha atención la enrevesada maraña de garabatos que surcaban la arena en todas direcciones, como si mil respuestas trataran de pelearse el premio mayor de una respuesta verdadera, y luego miró el rostro igualmente perplejo del jovencito que lo miraba desde su pensamiento enmarañado, y sintiendo lastima de la criatura, así le propuso:

“Mira jovencito, estás tratando de resolver el mismo enigma que ha asolado a la humanidad por mas de 50 siglos, y la humanidad ahí impertérrita, sin saber qué hacer, o mejor dicho, sabiendo qué hacer pero sin saberlo hacer, ¿ quieres que te ayude ? Te aseguro que entre los dos resolvemos el enigma…”

El niño asintió, se sentó ahora más cómodo en la arena, y vio algo asustado cómo valentin sacaba de su portafolio un gran mapa del mundo, lo estrujaba, lo pisoteaba, lo volvía diez pedazos, y se lo entregaba al niño diciendo:

“¿ Ves estos trozos de mapa, niño ? Unidos conforman el plano del mundo. Te lo regalo. En el momento en que logres organizarlo de nuevo, entonces habrás arreglado el mundo”.

Valentin por su parte, se arrebujó en su inseparable bufanda, se sentó en un banco de cemento cercano, y se dedicó a observar a hurtadillas al niño. Entre tanto, prendió un cigarrillo, y se dispuso a terminar el libro La culpa es de la Vaca de Colores.

No pasaron cinco minutos en el reloj de ceniza, cuando el niño gozoso llegó hasta el banco, y así le espetó glorioso a valentin:
“Ya fui capaz de armar el mundo, señor, le gustaría verlo ?”

Valentin asombrado corrió hasta el circulo de arena, y efectivamente allí estaba el plano del mundo, perfectamente organizado, con todos sus pedazos uno junto a los otros, y mostrando en un conjunto armónico la pleyade de países que conforman el mapa político del mundo.

“Sí, muy bien, todo está muy bien, niño; ahora dime: ¿ cómo lo hiciste ? “

Entonces el niño, algo intimidado, reculando un tanto, lo dijo con la misma realidad de una lluvia de meteoritos:

“Señor, como yo no conocía el mundo, entonces, no supe cómo armar el mapa. Entonces observé que en la parte de atrás del mapa había la imagen de un niño, y yo soy un niño, y como conozco los niños, entonces armé la imagen del niño, y luego de arreglar al niño, volteé la pagina, y oh sorpresa, estaba arreglado el mundo”.

Y valentin aprendió aquel día de un niño, que el mundo tiene arreglo si se arregla primero al niño y luego el mundo se arregla por añadidura.
Y salió en busca del mundo, porque estaba amaneciendo, y ya no era hora de ir a otro lugar.

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