viernes, febrero 13, 2004


TRANSMILENIO

Multifacética palabreja, que al contrario de CAI, CADE, CAFI, MUISCA, etc., intenta de un golpe de voz descargar todas las cualidades de máquina, tamaño, capacidad y movilidad, en una palabra frase que a muchos les queda tan grande en su pronunciación como en la famosa canción, donde kénnyde sólo es una de sus acepciones más abusadas y conocidas.

La primera razón para la selección de su nombre, tuvo que ver con el tamaño del vehículo, que a más de ser kilométrico debía cumplir una función transportista, y debía quedar intachablemente expresado en su tirabuzonada palabra TRANS, sin lugar a dudas, y en una aproximación fonética con trance, así ortográficamente no rime ni corresponda con el uso, pero sí con cierta comunidad de usuarios.

Pero la sola palabra TRANS de por sí, no imprimía sensaciones del Siglo Veintiuno, y para tal situación, pues nada más que buscarle un sufijo grandilocuente, un sufijo que agrediera la imaginación, que llenara cual losas de peña, o peñas de losa, el gozo interior de un nombre, como si fuera un apellido, y qué mejor que MILENIO, para así en una forma compuesta dejar para la posteridad un apelativo, que reemplazara los menos limpios y ruidosos del transporte urbano.

Y antes que definir la primera Troncal, a correr con la definición de COLORES, que preferiblemente no hicieran alusión a particularidades políticas, y más bien representara en forma gráfica la sangre derramada por nuestros patriotas congéneres, como lo hicieran en algunas de las guerras famosas, en un color alargado para desplazar a 60 kilómetros por hora. Listo, sería ROJO, en honor a nuestros muertos de guerra y caídos en combate, como en un honor permanente y móvil, decorado con una estela de humo demasiado negro como para no ver el demasiado rojo de su kilométrica carrocería.

Pero quedaba más, aún después de definido el color general, y era definir unas rutas alimentadoras, pero antes, su COLOR por dios, porque sin el color es difícil pensar, y sólo en el color se tiene la certeza de que existen las ideas, y qué mejor que las buenas ideas como las buenas intenciones se capitalicen, ojala antes de que alguna duda nos inquiete, y terminemos olvidando nuestras intenciones iniciales, ya sea porque de por sí no nos interesara mucho, o talvez porque una llamada intempestiva de un celular que truena incesante, como que nos despiste y terminemos pensando en algún contrato en ciernes. Pero el tiempo corre, y no hay tiempo que esperar, y si de esperanzas se trata, entonces llevemos al pueblo que se desbroza por las laderas empinadas de la patria, su desplazamiento en ruedas, y sin regalarles nada, pero sin cobrarles, carajo, empezando por el color: qué sea VERDE, y no se diga más, que los echen a todos, que se desplacen...


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