domingo, junio 13, 2004

Carta a un Padre

Hola Padre:

No te extrañes que te escriba en este día, porque hoy es el día del padre, y si algún día te debía un saludo era en este día, así a ti este día te parezca tan plástico como las mujeres actuales, o tan postizo como las gafas que debes usar para leer esta carta.

Si alguien me preguntara que dónde estás, no podría contestarlo, porque siempre fuiste un hombre de correr y ocuparte en algo, de saltar sobre la mañana y de pellizcarle sus horas, de ampararte en flotas que corrían despavoridas en busca del tiempo y la distancia y los lugares lejanos, hasta llegar a territorios apartados de la mano de dios, donde en otro mundo o como en otra dimensión descorrían la vida en un reloj de harina y de pescado sin los afanes tuyos y míos.

Y en ese otro mundo, te sentías en tu salsa y bienestar, y sobrellevando las dificultades de espacio y confort, tratabas de llevarle a esos territorios los implementos mínimos que las personas de esos lugares como El Banco de Arena, La Jarra, Aguaclara, Puerto Leon, La Silla, etc., necesitaban para la sobrevivencia, en artículos que tu transportabas con dificultades en pesadas maletas y cajas que unas veces llevabas tu mismo, o en otras ocasiones contratabas para que te ayudaran a transportar.

Y la historia se repetía con una periodicidad de martes, viernes, sábado y domingo, en una reseña de semanas sin parar, de meses sin parar, en años sin parar, y que sé que a la fecha, a pesar de los increíbles días del padre que han pasado sin parar, aún tu conservas esa reciedumbre de correr primero que el día, y lo asaltas con tus madrugadas de historia, como si siempre hubieras deseado saltarte la barrera del tiempo para ganarle la batalla, esa que perdemos todos los días, porque si somos conscientes, es la única batalla que no se debe perder y que llevamos incrustada dentro de una cédula que no nos perdona la vida.

Pero no te preocupes padre que no te voy a hablar de la mitad de la mitad de la distancia que siempre creemos nos falta para terminar con el tiempo, sino que en este día que ya no será del padre cuando recibas esta cartita, quería que supieras que aún en la distancia y con la distancia, sigues tan actual y tan reciente y tan antiguo, que a veces me asusta esa seguridad de tu estar en todas partes y en ninguno, como si el pacto nuestro de cada día hubiese sido ese, de no vernos en el tiempo para sentirnos en la distancia como si aún me llevases en esos recorridos de feria y de compraventa que mi imaginación de niño fantaseaba en lugares remotos de otros mundos, con la seguridad de que nada podía suceder mientras estuvieras ahí de la mano, de tu mano.

Eran esos tiempos que junto a ti me parecía que ayudaba en tu labor de sobrevivir, y que repaso como los mejores de mi vida, no por lo fáciles, sino por lo pedagógicos que fueron para mi pensamiento y mi formación personal, y que de niño usaba para huir de la realidad de la ciudad, como en un tunel del tiempo que ocupaba contigo, y que me devolvía a la realidad 10 horas después cuando volvía de nuevo a la realidad de una casa, de una madre y de unos hermanos.

Sé que me leerás como cuando lee uno a un extraño, como a una persona que ya no conoce a fuerza de no tenerla, como que sí existe en el espacio pero en un punto indefinible, como que la mente no acepta esa otra dimensión del paso de los años, y prefiere esa otra realidad pasada que quedó grabada en la mente con imágenes que no se han podido borrar por otras, porque las otras aún no existen, y nuestro recuerdo se rehúsa a cambiarlas por unas de celofán que no existen.

Y no te digo que prefiero las de antaño por las actuales, pero las de antaño nunca tendrán comparación porque fueron grabadas en las épocas cuando no existían las grabadoras ni las video caseteras, y cuando aún la ciencia buscaba desarrollos en los computadores, sin saber que el disco duro ya existía en las mentes afiebradas de los niños que corrían de la mano de sus padres desde sus infancias preñadas de ideales y de trabajos.

Hoy estas aquí en mi mente, presente en ese presente de día del padre, rellenando la ausencia de una ausencia que el tiempo no llena, y labrando recuerdos sacados de las hilachas que aun preserva la memoria, para puntear los mejores y pergeñarlos en cuadros de alegría y grata recordación.

Al contrario de lo que se quisiera, hoy no te prometo que nos veremos en el inmediato futuro, pero ten presente que es una revancha de la vida si puedo abrazarte antes del siguiente día del padre.

Cuida tu salud como otrora cuidaste la mía, con la misma preocupación como cuando en una tarde de recuerdos me llevabas sobre la línea del ferrocarril en puerto Villamizar, sobre una calzada de aire y traviesas y rieles con el río bajo nuestros pasos, y al saltar de una traviesa a otra, tu equilibrio tambaleo y por poquito estuvimos a punto de caer en desplome libre los 30 metros que nos separaban del fondo del Río Zulia.

Un abrazo, viejo, que te lo mereces, como el mejor homenaje a tu lucha, a tu recuerdo y a tu dura pero respetable idea de vivir tu vida.

Tu hijo de siempre VALENTIN




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