miércoles, julio 07, 2004

El Billete de Cincuenta Mil


Cuando finalmente pude arribar al salón de conferencias con mi caja al hombro, y pude descansar de la pesada carga casi soltándola de cuajo contra el piso, pude ver los rostros tranquilos de los asistentes que ordenadamente habían ido ocupando las sillas que en número de mil copaban aquel recinto del pensamiento y de la oración.

Como si la fuerte caída de la caja hubiese llamado la atención de los asistentes, todos callaron circunspectos, y quedaron expectantes como esperando que la palabra brotara en manantial de mi boca.

Y solicite su atención por favor, y les señale la caja diciéndoles: “ Ved esta caja, señores, es una caja que solo contiene desechos humanos, desechos malolientes y putreos, desechos producidos por el hombre y que al igual que otros productos del hombre deben seguir un conducto regular”

Y seguí, vociferante: “ ¿ Alguno de ustedes quiere esta caja ?”

Un silencio sepulcral se tomó el recinto, y hasta el latido de los corazones parecía despavorido, como acongojado con aquella caja de miserias que parecía olvidada de la mano de Dios.

Todos miraron la caja con algo de indignación, y otros con cierta incredulidad, como si no les cupiera en la cabeza que su pastor estrella se hubiese tomado el trabajo sucio de transportarla.

Y en vista de que nadie se animaba a acercarse a la caja ofertada, procedí a envolver a la caja en un precioso papel brillante plateado, cuidadosamente ajustada, y finamente recamada y rematada en cinta pegante de colores brillantes.

Y repetí la pregunta: “ ¿ Alguno de ustedes quiere esta caja que ahora está hermoseada y con una presentación más atractiva ?

El mismo silencio sepulcral siguió reinando en el ambiente, y todos los asistentes se dieron por mirarse como abismados, sin entender a qué jugaba el pastor de siempre.

Como nadie se animaba siquiera a pronunciar palabra, y como nadie tampoco tomaba mi solicitud con gesto aprobatorio, entonces tomé nuevamente la caja y la asperjé suavemente con un ambientador de olores finos, y volví a repetir la pregunta: “ ahora sí, ¿ alguno de ustedes quisiera hacerse cargo por corto tiempo de esta caja, no solo hermoseada, sino olorizada con el mejor aroma del mundo ?”

Y resignadamente, descuidé la caja en un rincón olvidado, y seguí con mi perorata pedagógica.

Con ánimos renovados después de mi fracasada propuesta de que alguien quisiera quedarse con la caja, tomé de entre mi agenda un billete de cincuenta mil pesos, y elevándolo por encima de las cabezas y las miradas incrédulas de los asistentes, le pregunté a la muchedumbre:

“¿ A alguno de ustedes les gustaría tener entre sus haberes este billete reluciente de cincuenta mil pesos ?”

Y contrariamente a lo acontecido con la desdichada caja del cuento inicial, las manos se levantaron desaforadas, de tal magnitud que hubo personas que incluso levantaron sus dos brazos anhelantes.

“Voy a entregarles este billete candoroso, pero antes déjenme hacer algo con el”.

Tomé el billete, y con malévola intención, lo arrugué y de un papel original bruñido y transparente en su presentación pulcra, se convirtió en un guiñapo arrugado y de maltrecha presentación.

“Haber señores, encontrándose el billete en este degenerado estado, ¿ aún quieren este billete ?”

Curiosamente, ninguna de las manos bajó la guardia, y todas se mantuvieron en su estado enhiestas, y ni una sola quiso darse marcha atrás en la consecución del magullado billete.

Entonces, continuando con la pantomima del billete, lo tiré al suelo, y lo pisoteé, y lo seguí pisoteando, y lo arrebujé con el polvo del piso, y lo trasformé, y vociferé, algo exhultante:

"Bueno, de acuerdo señores, pero ¿que pasaría si hago ésto? Aun seguirían deseando hacerlo suyo ?"

Y las manos continuaron en su posición inicial, levantadas como en una estatua imperecedera.

Y entonces pude acompasadamente, de la manera más tranquila del mundo, aún sobando el billete para desarrugarlo y alisarlo tratando de que retomara su pulcritud original, y dije:

"Amigos míos, acaban de aprender una primera lección: ...poco importa lo que yo haga con esta caja maloliente, así la acicale, así la adorne de mil maneras, seguirán desechándola porque su valor no ha cambiado, no mejorará, seguirá valiendo para ustedes la misma nada sin valor material, nunca adquirirá un valor, será insignificante a los ojos de los hombres… ."


"Pero amigos míos, acaban de aprender igualmente una segunda lección... poco importa lo que yo haga con este billete, seguirían queriéndolo porque su valor no ha cambiado, vale todavía cincuenta mil pesos."

“Entonces señores, piensen en sus vidas, corresponde ella a la caja maloliente que nadie acepta, que todo el mundo aísla y que se rechaza a pesar de todas las mejoras que se le introduzcan ?”

“Se han convertido ustedes en esos materiales de desecho que sólo les queda una alternativa de vida: el rincón desapercibido, a donde van a parar los enseres que no se utilizan porque su contenido es fétido y ya nada los recupera para la vida ?”

“Pero piensen ahora, si esa vida corresponde mejor a la del billete, que tiene un valor, un contenido, y que por múltiples cosas de las circunstancias se sienten arrugados, apachurrados, ensuciados por la gente y por el suelo y por los acontecimientos. Tendrán al impresión de no valer nada, pero ese valor no ha cambiado a los ojos de la gente que los ama”

“Sí, el valor de una persona, como en el caso del billete, no depende de lo que uno ha hecho, ni de lo que la vida haya hecho, porque todos los días se podrá volver a empezar y lograr los objetivos, porque el valor intrínseco estará vigente, intacto, presente, y permanecerá con los brazos arriba siempre prestos a dar la mano y el corazón”.

“A veces las personas nos aman sin que merezcamos tal afecto, porque el amor, como el amor filial, el amor materno, el mismo amor de pareja, y todo lo que implique amor, siempre nos querrá contra todas las afugias de la vida, y ese amor nos amará aún contra nosotros mismos”

“Somos cual billetes de cincuenta mil, que valemos para la vida el tanto por mil de esta, y alguien habrá que llevé su amor hasta pagar por la caja ese billete de cincuenta mil”


( Esta presentación corresponde a una ampliación de un email que en días pasados recibí, y que me pareció aleccionante, y que si el amor de por sí y porque sí no es suficiente, si vale una vida que nos envuelve y nos protege de los demás y de nosotros mismos. ¿ Has tropezado alguna vez con una caja como la del cuento, o con muchas, e igualmente la has dejado pasar sin inmutarte porque ese valor no está dentro de tus valores ? Yo también aprendí, que aun cuando el amor lo hace todo, hay amores que no tienen precio: la caja. )

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