jueves, octubre 07, 2004

Sí, sí, cilantro

Aquella tarde de viernes, Sor María de la Santísima Trinidad citó a través del megáfono de la rectoría, a todo el grupo de estudiantes del grado once para la charla de la semana.

Eran charlas de integración, de reconocimiento, y de aleccionamiento de la vida, para que sus estudiantes tuvieran la firmeza de espíritu para enfrentar la vida con entereza y con una pisca de sabiduría religiosa.

Y sus niñas de dieciséis años, esa tarde debían saber todo lo que se debe saber acerca de las novedades y simplezas de la educación sexual.

Y peroró incansable, como si los controlara a diario, sobre los centros neurológicos desde donde se inicia y se incita cerebralmente la sexualidad en los jóvenes, y repasó la mecánica mental que lleva a deambular por tórridos caminos los sentidos en las jovencitas, y azuzó sobre las calamitosas exhuberancias encargadas por si mismas de avivar la iniquidad del deseo y la pasión, y finalmente se detuvo en el acto, ésa red intrincada de ires y venires que se entremezcla con la vida y la sacude y la avienta y la descarga como una naranja madura.

Y cuando toda la fase teórica hubo quedado clara y sospechosamente rociada sobre el ánimo de las jovencitas que miraban y remiraban a Sor María, algo aburridas, ya para terminar Sor quiso que de toda la exposición quedara si no todo muy claro, por lo menos si un dejo de realidad de calle, y entonces con voz trémula por la emoción y la vergüenza, sin dejar caer la cara por la urgencia, les dijo finalmente:

“ Y si la realidad os lleva a que las cosas no resultaren como os habíais imaginado, entonces confiad vuestros temores al plan B, el cual resuelve el problema de la regla atrasada con una ramita de cilantro. Suerte hijas mías, y que Dios os bendiga”.

Al lunes siguiente, Sor Fabiola, notó en su clase de religión, que todas sus estudiantes jugueteaban entre sus labios con una ramita de cilantro.

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