viernes, octubre 08, 2004

Una lección, de hermana menor

Divina nunca podrá olvidar el día navideño, al cumplir sus primeros dieciocho años, cuando el Banco puso en sus manos la tarjeta debito a través de la cual podría cibernéticamente acceder a su pensión de sobrevivencia.

Y antes de contárselo a sus amigas, prefirió disfrutarlo en su fuero interno como en aquel cuento de valentin donde el protagonista goza con el alargue de la espera de lo que siempre lo hizo esperar.

Y hasta su hermana Humana, recibió la noticia como cualquier nota normal de periodismo diario, y no manifestó en apariencia la menor relevancia al asunto.

Tres días después de la buena nueva, cuando Divina se disponía a utilizar el cajero más cercano, se enteró de lo insalvable: su tarjeta había desaparecido. “¡ Qué fatalidad, preferible que se pierda la contraseña, pero la tarjeta¡ “

Para Divina no había explicación plausible. Si las tarjetas no tienen vida propia, y el chip interior que las caracteriza sólo se usa para guardar prestamente la información personal contenida, ese sencillo adminículo no podía tener vida propia para estarse desplazando por ahí como cualquier presidente americano.

Y supo e intuyó que Humana estaba embrollada en todo este asunto. Como en ocasiones anteriores, ésta vez Humana había tomado la tarjeta para hacerle a Divina otra de sus travesuras de adolescente adulta, y como en los casos anteriores no abriría la boca hasta verla rabiar de calor.

Entonces, en un rapto de sigilo y en un instante de descuidado trance de belleza desplegado por Humana, Divina tomó la cédula de Humana, la guardó en su cartera de forma abananada, y salió a recorrer la ciudad.

A su regreso, encontró a Humana compungida, lista para salir a su paseo de aguinaldo, y en un lenguaje teatral le mostró a Divina la tarjeta, diciendo. “Hermanita, perdóname por esconderte la tarjeta, aquí la tienes, pero por favor devuélveme mi cédula ? “

Divina la miró de frente con toda la estatura de sus 1,50 metros, y le espetó:

“Guárdatela hermanita, pero ya no la necesito, puedes quedártela, que ya puse la denuncia y pedí un duplicado. En cuanto a tu cédula, la volví cenizas.”

Humana, con la cabeza gacha y rasgándose las vestiduras de la piel, nunca podrá olvidar aquella navidad cuando aprendió que las hermanas menores también hacen cosas de hermanas mayores.

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