martes, agosto 03, 2004

Por estas calles


“Los grandes siempre lloran”, rezaba un grafitti garrapateado en letra gorda en carbón en una pared bogotana; anejo a él, en tiza blanca, otro que concluía: “y los ricos también”. El último, en pintura roja emborronado, seguía tan elocuente: “y los pobres tampoco”.

Más que filosofía popular de muro, es una expresión del hecho diario que vivimos los grandes y los chicos, los pobres y los ricos, los sabios y los ignorantes, los potentados y los informales, los empleados y los desempleados, los religiosos y los ateos, en una recurrencia que coincide con los estados de ánimo al levantarnos, al bañarnos, al desayunarnos, y hasta cuando tomamos el transporte público.

Pero el estado de ánimo diario, es casi una muestra del estado de ese otro estado que es el estado país.

Que si el estado ganó en alguna intervención deportiva internacional, entonces los ánimos se yerguen pletóricos, y hasta la disfunción de antaño pasa a un segundo plano.

Que si el jefe de estado en su romería internacional sufrió un traspié al tratar de buscar una asignación de un cupo para que la cuota de papaya fuera admitida como fruta tropical de cosecha, entonces se bajan los ánimos, y hasta dar papaya pasa a un segundo plano.

Que si la guerrilla sangrienta en culebreante escondrijo masacró equis número de soldados, y la prensa logró llegar al lugar antes que los refuerzos el ejercito, entonces la noticia como un reguero de pólvora se esparce por entre los almuerzos de los parroquianos, y teniendo qué comer no se come de pensar en los que ya no podrán comer.

Y se llora sin lágrimas y sin economía, en un cruento mirar sin dirección y sin destino, con los rostros apagados por el ánimo desanimado, y en una ausencia de alegría que hace llorar al más berraco.

Y entonces nos anima saber, como en el muro, que todos los pensamientos confluyen hacia una realidad de muro: que hasta los que lo tienen todo, también lloran, en una parodia que sale del muro a esa otra pantalla la de la T.V. donde por unos momentos los que nunca lo hacen al fin lo hacen.

Tarde o temprano la alcaldía obligará a los dueños de los muros a borrar esas frases de realismo mágico, para reemplazarlas por otras más anecdóticas y positivas: “Combata el hambre en la próxima jornada con más hambre” y con un jingle y un dibujo de una cuchara VACÍA enseñará en gráficos coloridos a combatir la pobreza a cucharadas, para en una siguiente jornada pedagógica de varias semanas instruir a los bogotanos a prepararse para la pedagogía de no hambre, mientras se delinea la otra de: NO A LAS LAGRIMAS.

Moraleja: Desde que la filosofía se instaló en la alcaldía, se cuentan los hombres por sofismas.

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