domingo, marzo 21, 2004

Aquí entre nos..

UN FUGAZ TRANSMILENIO

Lo primero que vi al subirme al transmilenio número 99 fue que todas sus sillas eran azules. Sí, y estaban alineadas en columnas de una fila de fondo, en una línea alargada que se pegaba lateralmente a las ventanas del bus.

La sensación de espacio era arrobadora, y casi sin darme cuenta estaba caminando de una sección a otra, y me acercaba tanto a la puerta intermedia, como a la de atrás, y vuelta de nueva a la principal.

Era un triunfo de la practicidad, que conllevaba la urgencia de sólo transportar sentados a sus asociados minusválidos, y todos los demás que busquen un espacio interior donde vivir los siguientes treinta minutos.

Ya después lo que vi, era de no contar, porque fue tal la densidad de población que ocupó el espacio dejado por las sillas naranjas, que me vi rodeado de personas por todas partes, en un juego de rostros que se me antojaban conocidos de tanto mirarlos, hasta cuando cumplido mi recorrido pude a punta de empujones deslizarme por entre las personas hasta la puerta de salida.

Una vez afuera, hube de reconocer que viajar rápido tiene sus ventajas, pero que como si fuera poco, también tiene sus desventajas, y una de ellas, el sacrificio del espacio interior que antes ocupaban la sillas naranjas, que ahora con su ausencia le dicen naranjas a los viajeros que antes ocupaban tales espacios para dormir.

Y no fue un sueño, como en Luciano Pulgar, ni tampoco que la vida se me esté transformando en sueño, pero entre las rendijas que pude observar a través de los mínimos espacios dejados entre los rostros apretados, sí pude observar las losas de los pisos de los corredores, y sentir a su paso, que ninguna de ellas se agitaba a nuestro paso, e inclemente aceptaba el paso de la pasada carga.

Y como de los sueños hechos realidad algo debe quedar en la realidad, la moraleja de mi deseo es que para viajar se debe arriesgar, que para llegar a tiempo se debe sacrificar el puesto, y que la única manera de viajar a mil es a través de transmilenio.

Para terminar aclaro, que no soy socio de transmilenio, ni conductor de tales buses, que no participo ni en su ensamble ni desensamble, pero que soy un eterno agradecido de mi tiempo desde que pude volver a viajar al centro de la ciudad en treinta minutos.

Y como constancia final, no soy Enrique. Feliz viaje entre estaciones, y por favor no se le ocurra leer en el transmilenio, menos fumar, y ni se le pase por la cabeza robar.

Lo siguiente que espero poder ver son transmilenios de colores, que me refresquen la vista, y se vuelva a hablar de un transporte multicolor como en las tan coreadas vueltas a Colombia. Y señores conductores, una sonrisa por favor, les cuesta menos que una frenada.

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