lunes, marzo 08, 2004

TODO POR UNA TABLA

Cuando mi sobrina me notificó que sus conocimientos en química apenas sobreaguaban lo mínimo que debe saber una persona que asiste a su tercera clase de química inorgánica en décimo grado, y cuando vi en sus ojos aguachentos la impotencia que le causaba desconocer las energías de ionización de cada uno de los elementos de la tabla periódica, y aún más, cuando decidió sentarse sobre los libros a esperar que por algún mecanismo de osmosis desconocido la iluminación iónica le alumbrara como en un proceso socrático, entonces decidí ayudarla, no tanto para que aprendiera algo más, sino un poco para enseñarle que hay cosas en la vida que tienen solución aún cuando parezcan insalvables.

Y tabla en mano, pero no la tradicional férula, me puse en la tarea de explicarle cómo opera la tan famosa energía de ionización al igual que la otra no menos famosa afinidad electrónica, teorías que no expondré aquí por no tratarse de una Web Log química.

Y si señores, al cabo de las quinientas, no horas, ni leguas y menos millas, al cabo de los minutos, no menos de quince, mi sobrina había cambiado su rostro adusto y vencido, por uno más optimista, como más ionizado, y en una afinidad química nocturna, ya era hora de dormir, sobrepasó la teoría y se asentó en los reales de la práctica respondiendo las preguntas que el maestro inconcluso había promovido en un tarea que yacía en una tabla periódica vacía de elementos. Sí, porque de eso se trataba, sin hacer uso de la tabla proponer una tabla que no fuera la tabla original sino una parecida que pareciera la original, con un poco menos de sus pretensiones estadísticas pero un remedo final, que las orientara en el difícil mundo de la química de los elementos, o habrá otra ?

Terminada la tarea, quedaba una lección, ya no química, sino pedagógica: preguntando preguntando se llega a lejos, y no tan lejos si la respuesta la tenemos al alcance de la mano, pero valedera a la vez, porque no siempre las soluciones estarán al alcance de la dificultad.

Y una final, que no tiene que ver con la nota: si algo se debe saber, aún antes que saber el saber del conocimiento, es la sabiduría de la paciencia con la que nos debemos revestir para nadar en las aguas infestadas de tiburones de las ciencias, y levantándonos cada vez que la ciencia nos golpee, mirar de frente y peguntar una vez más, al sabio que más cercano a nuestra sabiduría nos pueda contestar las mil y mil tareas que aún nos quedan por desarrollar en este mundo de la ciencia y las tareas impredecibles.

Si la nota es la vida del estudiante, lo es aún más la vida cuando ya la nota no tiene su influencia rectora. A estudiar pues, señores, no importa en que calle de la vida se encuentre, porque en algún lugar de la vida, en un aula alguien muy cercano este necesitando sus conocimientos para solucionar un problema que parece más difícil que todos los problemas de la vida.

No olvidemos: los problemas del colegio los inventa el profesor, en tanto que los problemas del profesor los inventa la vida.

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