jueves, abril 22, 2004

LOS CORRUPTOS SOMOS ASÍ

LOS CORRUPTOS SOMOS ASÍ

Como todo el mundo habla de la corrupción, no iba a ser yo la excepción, y hoy me dedicaré a ella, con la gran diferencia que yo trato de que se me note lo menos posible.

¿ Quién no habla de corrupción ?

¿ Acaso no habla de ella el sacerdote, que desde el púlpito, arenga vehemente, para que la desterremos de nuestros corazones y de nuestro pensamiento, poniendo a Dios por testigo y ejemplo ? Y sin embargo, el sacerdote olvida que es corrupto cuando enseña que la única doctrina es la suya, y que el Dios que enseña es apenas un mecanismo de su sobrevivir.

¿ Y no habla de ella el humilde campesino que no puede aceptar que nada trascienda al campo, y que antes por el contrario se extravíe en los vericuetos del poder medio representado por los mandos medios intercalados en las florituras del poder ? Y sin embargo el campesino es corrupto cuando acepta los mohines de los políticos de turno, y cuando intenta esconder la realidad de su situación para obtener migajas más pingues, o cuando con sus mentirijillas asalta las encuestas de turno para esconder su realidad campesina.

¿ Y no habla de ella el colombiano de la calle, que en los cafés, en los buses, en las colas de servicios públicos boicoteada por el calor que sube la temperatura hasta de las discusiones ? Y sin embargo ese colombiano, que puede ser usted o yo, somos corruptos porque escondemos la realidad de lo que ocurre para esperar mejores condiciones mínimas de sobrevivencia, y esperamos que los demás digan para nosotros decir, y esperamos que nos cuenten a dónde ir para reclamar esto o aquello, y completamos nuestro ánimo corrupto si podemos llegar a la casa a decir qué se debe hacer para pagar menos impuestos o para evitar que nos descubran algún proceder menos santo.

¿ Y no habla de ella el maestro de escuela, que tras la mascara de bonachonería, esconde su realidad interior y trata de aparentar sentir lo que no siente, pudiendo igualmente enseñar lo que no debe ? Y sin reato, reunidos despotrican contra el estado que les paga así sea malamente, y son corruptos cuando sin ningún desparpajo cobran sus mesadas sin ni siquiera despeinarse por las horas irrecuperables que nunca dictaron.

¿ Y no habla de ella el policía, que invadido por la sinrazón del temor de la defensa del estado y de sus instituciones, se queja por su vida y por su bienestar, pero olvida que para ello le pagan y que se comprometió a dar la suya por la de los demás ? Y sin embargo pone cara de ecuanimidad en la solución de los problemas diarios, escondiendo en su fuero interno las ganas de salir corriendo y mandar a la porra todo, en una corruptela interior que a veces es igual, superior o peor que aquella otra que se ondea inmisericorde a los acordes del himno nacional.

¿ Y no habla de ella el abogado, o mejor, todos los abogados del mundo, cuando en sus defensas de arenga y lenguaje incendiario, no intentan sino que obligan a que las partes involucradas crean todas sus exposiciones preparadas y actoradas, a sabiendas que es una defensa, y en las defensas el que no se defienda pierde ? Acaso ese abogado, y por ende todos los abogados no sienten que deben mentir en honor a la profesión, y que mentir en la profesión no es una manera de corruptela con la ciencia, con el estado y con los árbitros de la justicia ? Se debe por tanto señores abogados mentir, así sea por ganar un pleito, porque el código les permite defender a un ladrón, o aun asesino o a un mafioso, o a criminal, o a un evasor, o a un invasor del espacio público, todo porque la ley lo prescribe ? Y sin embargo, siguen defendiendo lo indefendible, con honor y con toda la heroicidad del mundo, en la feria de las vanidades de sus honorarios, mientras despotrican del gobernante de turno quizá en el dolor intonso de sufrir su ausencia de poder.

Y la corrupción se mete hasta en las mejores familias, ¿ acaso no la has visto en el presidente, y en la madre del presidente, y en los arzobispos, y en los hijos, y en los padres, y en los fiscales, y en los fiscalizados, y en los contralores, y en los no contralores, etc., yetc., y etc.

Y finalmente, no hablamos de corrupción usted y yo, y la defendemos a muerte ( es un decir ), porque para el mundo no puede existir un ser tan incorrupto como nosotros, de labios para afuera, porque olvidamos olímpicamente que la sobrevivencia es una herramienta de corrupción, y que hasta los mismos animales la esgrimen cuando dejar relucir sus mecanismos instintivos que les han permitido extenderse hasta nuestros corruptos años actuales.

Si señores, la corrupción es un arma más vieja que la forma de andar a pié, y que hasta la profesión mas antigua de la humanidad se ha valido de ella para extenderse y sobrevivir por encima de todo y de todos, y que si la corrupción sobrevive a tantos arreboles y arrebatos es porque su genoma está metido en nosotros hasta los tuétanos, y antes que perseguirla se le debe incentivar cada vez con la mejor especialización del mundo: el uso y el abuso.

Señores, sólo nos queda inaugurar la carrera que siempre floreció en el mundo, pero que sólo ahora podemos oficializarla como carrera del futuro, porque siempre estuvo latente en el pasado, y hasta que las cosas por costumbre no se imponen, nunca se tendrán en cuenta como oficiales.

Inauguremos la corrupción como el mal benéfico de la era actual, y démosle la bienvenida con algún acto exento de corrupción.

Que viva la corrupción, y ya que no pudimos vencerla, señores, unámonos al enemigo, es la manera más sabia de corrupción.






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