viernes, mayo 14, 2004

UN MAL EN TRANSMILENIO

UN MAL EN TRANSMILENIO

No sé si se trata de afinamiento del sentido del ruido, o exacerbamiento del mismo, pero he notado que el ruido en los buses de transmilenio se incrementó en los últimos tiempos, hasta el punto que incluso sostener una conversación se volvió inconversable.

Y no se piense siquiera en la posibilidad de sostener una conversación telefónica vía celular, porque además de informar a todos los pasajeros de los hechos privados, se enteran todos de los chascarrillos corrientes que se utilizan en una conversación informal. Hasta los chistes particulares de los cuales no tienen conocimiento la opinión pública, allí se deben oír descarnadamente. De verdad que me causa cierto sonrojo particular, oírlos, no por el ánimo discreto con que se pronuncian, sino por el efecto aleccionante sobre los demás concurrentes, que callan, no sé si por respeto o más bien por la prudencia de oír sin inmiscuirse directamente.

Pero el ruido existe, y sigue allí, persistente, incluso cuando las conversaciones vociferantes de los celulares se vuelven centrales telefónicas ambulantes, y se mete por entre los conductos auditivos, y siguen y suben y se meten al cerebro, y lo espuelean, y lo intranquilizan. Si, el ruido persiste, y en ocasiones llega a ser de la misma magnitud del tráfico que pasa raudo por las atafagadas avenidas principales.

Ha probado el DAMA medir tal magnitud de ruido ? Estoy seguro que sobrepasa las proyecciones más optimistas, y que los modernos buses de trasnmilenio sufren de un mal de ruido interior, que no es detectable a través de los tan famosos exámenes de certificación de gases.

MORALEJA: sustituimos los antihigiénicos buses del transporte público por enrojecidos vehículos modernos, que superaron todo, menos el ruido.

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